Que perder, no haga perderte
Que la derrota sea el comienzo y no el final
Los que me conocéis sabéis que afronto las derrotas como un aprendizaje. En la derrota encontramos la información necesaria para poder situarnos en el camino del éxito. Para ello no debemos tener miedo a reconocer que hemos perdido, que hemos sido derrotados. La vida no es un camino de rosas y las derrotas existen y hay que asumirlas con deportividad.
Precisamente el deporte nos enseña lo relativo de la derrota. El deporte es competición, competimos contra otros e incluso contra uno mismo. La decisión de lanzarnos a competir implica el seguro encuentro con la derrota. Hasta los mejores deportistas o equipos de la historia han sido derrotados en alguna ocasión. Los que hemos sido deportistas hemos aprendido a asumir la derrota con naturalidad y sabemos que perder y ganar forman parte intrínseca del propio juego. Unas veces se gana y otra se pierden.
"He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido más de 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito" (Michael Jordan).
Esta semana la selección española de fútbol ha caído derrotada contra pronóstico en la Eurocopa de Francia. Si no se gestiona correctamente este traspiés con mucha probabilidad en breve abandonará el país vecino. Ya lo dice ese famoso proverbio chino: “Cae siete veces y levántate ocho.”
Ser derrotado no significa haber fracasado. Y es aquí precisamente donde surge el riesgo sobre el que quiero llamar la atención en esta reflexión. Aunque parezca un simple juego de palabras, hay mucha distancia entre la derrota y el fracaso. Ser derrotados nos genera un estado de ánimo de tristeza que peligrosamente puede conducir a que nos infravaloremos y que caigamos en un estado de desmotivación. En esa situación todo empieza a ser de color oscuro, nuestras fortalezas, nuestras competencias, nuestras habilidades, desaparecen como por arte de magia y en nuestra mente sólo aparecen debilidades, pensamos que no valemos para nada, es más hasta intentamos convencernos que no valemos para nada.
Es en estos casos cuando tener clara la visión, misión y objetivos que tenemos en la vida va a resulta trascendental. Son ellos (visión, misión y objetivos) los que evitarán que caigamos en la desorientación. Porque la desorientación provocará que cometamos más errores y con ellos llegarán más y más derrotas, y entonces sí que habremos fracasado.
Sin duda, apoyarnos en personas, familiares y/o amigos resultará fundamental. Pero, aunque busquemos la motivación, la energía necesaria fuera, la debemos encontrar dentro de nosotros mismos. Es un cambio de chip: asumir que vamos a sufrir traspiés, que no ganaremos siempre. Es mantener una actitud positiva para evitar que perder nos lleve a perdernos, a salirnos del camino adecuado. Si consigues ese convencimiento interno, esa fortaleza, afrontarás cada nuevo reto de otra manera. “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo” (Winston Churchill)
Por lo tanto, te recomiendo que cojas papel y lápiz, y cuál proyecto empresarial, escribas tu visión, misión y objetivos. Tenlos siempre en un lugar visible, compártelos con las personas de tu círculo y ante cada decisión que debas tomar, pregúntate siempre si lo que vayas a hacer sumará o restará.
En definitiva, asume los posibles fallos como una oportunidad de mejora y aprendizaje. Como una fuente de energía que alimente tus baterías. Cada derrota es un regalo que te aporta la experiencia necesaria para tu crecimiento personal y profesional. Un mar en calma nunca hizo a un marinero experto. Las personas con resiliencia asumen las dificultades como una oportunidad para aprender, son optimistas y ahí radica su éxito.
Esta es la actitud a seguir: “No he fracasado. He encontrado 10.000 soluciones que no funcionan” (Benjamin Frankin).
Si a mí me funciona, ¿porque no a ti?
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