La humildad del éxito
El éxito hay que digerirlo con cabeza y estrategia
¿Quién no ambiciona tener éxito? ¿Quién no trabaja cada día para alcanzar aquellos objetivos que le aporten satisfacción, valor, reconocimiento? Cada persona tiene su propia pirámide de necesidades, pero tod@s queremos mejorar, vivir un poco mejor, estar en paz, disfrutar.
Podríamos definir el éxito como aquel “resultado, en especial feliz, de una empresa o acción emprendida, o de un suceso.” Por lo tanto el éxito nos hace felices. Pero, ¿siempre? Seguramente todos podríamos poner algún ejemplo en el que el éxito ha podido con la propia persona, la ha fagocitado y ha llegado incluso a destruirla. Pedro García Aguado, el Hermano mayor de muchos españoles, ha sido campeón del mundo y oro olímpico de waterpolo y estuvo “al borde del caos”. Y que en una entrevista a El Periódico respondía que la fama también es adictiva y que lo que actualmente le interesa es estar en paz consigo mismo y poder mirarse al espejo.
Por lo tanto hay que aprender a saborear el éxito pero no emborracharnos con él. Una mala gestión del éxito puede hacer realidad ese dicho de “más dura será la caída”.
La humildad es un valor que debe caracterizar a todo líder. Ser humilde no significa que no nos guste que nos reconozcan las cosas que hacemos bien. “Al César lo que es del César”. Tod@s, sin duda tod@s, tenemos un ego al que hay que alimentar, al que hay que complacer. Ser humilde supone esperar paciente y ser paciente. Si caemos en el error de no poder vivir sin protagonismo, si caemos en el error de ser impacientes y perseguir constantemente el éxito y el reconocimiento, las consecuencias del fracaso, del golpe pueden ser irreversibles. Creérnoslo en exceso, sentirnos el centro de la tierra, mirarnos continuamente al espejo, pasa factura. El motivo del cierre de muchas empresas está en la prepotencia de algunos directivos que se sienten por encima del bien y del mal. Por eso más que nunca toma sentido la frase de Albert Einsten: “Intenta no convertirte en un hombre de éxito, sino en un hombre de valores”.
Javier Fernández Aguado http://www.javierfernandezaguado.com/ nos dice que “Los engreídos siempre acaban cayendo de sus pedestales. El desplome llega antes o después, sea por un fiasco corporativo, por una venta de la Compañía, o sencillamente por el inexorable acumularse de la edad. Prepararse anticipadamente contribuye a evitar el riesgo de que la pérdida del poder acabe en depresión.” Ver artículo en: http://directivosygerentes.com/index.php/es/management3/64-articulos/2708-donde-te-ves-me-vi.html
De nuevo el deporte aparece como una verdadera escuela que nos ayuda en este caso a comprender que la victoria, que el éxito son pasajeros, efímeros. Que una semana se gana pero a la siguiente se puede perder y por lo tanto hay que estar preparados para lo bueno y para lo malo. Del reconocimiento de las limitaciones surge el sendero que nos permite avanzar.
Hace unos años conocí a una persona que ponía su talento a trabajar para que simplemente las cosas salieran bien. Trabajaba en la oscuridad, no estaba obsesionada con los reconocimientos y gestionaba humildemente los muchos éxitos alcanzados. Hoy me acordé de Vicky y este post deja fe de que hay muchas personas que saben digerir adecuadamente las victorias y ven en ellas un peldaño más de la larga escalera de la vida.
Si no lo habéis leído todavía os invito a conocer un reciente artículo publicado en el diario El Segre de Lleida. Sombras brillantes es una oda a favor de las personas que son humildes, que en la oscuridad brillan y que son imprescindibles para que toda organización funcione.
No lo olvides “Todo hombre que conozco es superior a mí en algún sentido. En ese sentido, aprendo de él.” (Emerson)